En la edición que se cumplen 30 años del título de Gabriela Sabatini y la alemana Steffi Graf en el dobles de Wimbledon, el autor nos comparte este texto poético e informativo con "la maga", "la reina", la ciudad de Londres y un trofeo olvidado como protagonistas.
El Támesis murmura algo que no se alcanza a escuchar. La bruma londinense lo cubre todo, siguiendo el trazado del río. El Big Ben intenta pesquisar, en vano, algo de aquello que se desliza en esa mañana próxima al verano. El London Bridge logra contemplar cómo el Támesis, al correr debajo de él, se agita a velocidades inusitadas (¿por qué corre?, ¿acaso alguna noticia navega en él?).
Los transeúntes que por aquellas horas circulan por la ribera se miran sigilosos, atónitos, sorprendidos. Lo único que se logra escuchar insistentemente es: “really?”. Algunos peatones ya saben, pareciera, de qué conversaran en el five o`clock tea. Sin embargo, en esa mañana londinense, mientras el sol puja por seguir escalando y la bruma se resiste a retirarse, nadie entiende qué fue lo que sucedió.
El día anterior, Wimbledon había cerrado sus puertas. THE CHAMPIONSHIPS (como se lo conoce por estos lares) había consagrado a sus campeones, de forma poco habitual, quizás, porque las lluvias en aquel Julio de 1988 se habían apoderado del fin de semana en donde en la capital británica se detienen a consagrar a sus campeones. Aquel torneo concluyó un lunes, en vez del domingo como es tradición.
Lo mejor del tenis internacional de aquel entonces había concurrido a la cita londinense. Entre ellos un grupo muy reducido de argentinos, poco adeptos, en aquellos días, a jugar sobre hierba. Entre las damas, sólo Gabriela Sabatini y la negra Adriana Villagrán se le animaron.
Sin embargo, sus actuaciones en los singles pasaron tan pronto como el Concorde que por aquel entonces sobrevolaba aún el mundo en pocas horas.
La negra se fue en la segunda ronda al caer frente a Julie Salmon, luego de un muy buen debut frente a la italiana Linda Ferrando por 6-3, 6-3. Mientras que la gran Gaby accedía hasta los octavos de final perdiendo allí contra la morena, especialista en césped y quien sería finalista un par de años después, Zina Garrison.
Gabriela, muy errática y sin una brújula muy clara, dejaba el espacio libre para que Graf, Navratilova o Evert disputaran quién sería la campeona en aquella ocasión.
Sin embargo al Támesis todo esto parecía importarle bien poco. Por su ribera no dejaba de deslizar pistas que nadie lograba captar. Algunas de ellas rezaban: moto, flores, trofeo, vestidos de época, periódicos…pistas sin sentido aparente. Nadie dejaba de pensar qué fue lo que había ocurrido en esos quince días de torneo londinense.
Las claves, evidentemente, debían de encontrarse en el All England Lawn Tennis Club. Y allí algunos datos se abroquelan. Una morocha con un andar cansino parecía haber dejado una estela que aún conmueve al mismísimo Támesis.
Dicen, los testigos, que la vieron deambular por Londres de manera fantasmal, fugaz, casi como no dejándose ver. Vestía un sombrero de época beige haciendo juego con un vestido largo que en su extensión rozaba el césped iluminando el sitio donde se encontrase. En su mano derecha portaba una varita mágica que, según relatan quienes la vieron, podía hacer cualquier cosa como, por ejemplo, viajar en el tiempo sin que nadie lo note. O provocar que un motociclista desconocido le envíe 500 rosas y tengan que usar todas las bañeras de los vestuarios del All England para alojarlas. ¿Quién era semejante figura? ¿De dónde provenía? ¿Por qué pululaba por el “puerto del mundo” sin cesar? ¿Era ello lo que tenía inquieto al Támesis? Su geografía zigzagueante pareciera confirmarlo…
Londres se envolvía en un misterio digno de la época de Sherlock Holmes. O de la magnífica Agatha Christie. ¿La habrán visto? Probablemente y, quizás, se hayan inspirado en ella en sus relatos…quién sabe.
Aquel duende, espectro, fantasma podía delinear con su magia cosas inimaginables. Hacer que un río, por ejemplo, no dejase de zigzaguear con su presencia. Tan efímero, tan inaprensible, tan encantador que podía distraer a quien sea.
La magia, afortunadamente, se atesora en las almas. Vibra en ellas. Y aquel duende encandilaría al torneo de tenis más importante del mundo.
La magia, en aquella ocasión, estaría acompañada. No cincelaría sola el All England. Una reina, voraz de triunfos, no sólo en singles, haría alianza con ella para llevarse un título histórico, al menos para el tenis argentino. Nadie hasta entonces, ni luego, podrían aún igualar semejante hazaña. Y sin embargo, hasta los grandes hitos pueden ser “olvidados” por los mismos protagonistas…
La historia comienza con un sencillo triunfo frente a I. Cueto y P. Medrado por 6-1, 6-2. La alemana y la brasilera aún no deben entender que aconteció aquella tarde londinense con esa combinación explosiva que daría que hablar a los periódicos londinenses.
Luego, las cosas se complicarían un tanto. Las intermitencias propias de la maga y la reina harían tambalear a los apostadores. La australiana A. Minter y la holandesa Witvoet casi se llevan el triunfo de sus vidas. Sin embargo, las grandes por algo lo son y Gaby junto a Graf ganarían por 7-6, 4-6, 7-5 (perdían 5-4 en el último set). El Támesis, casi por un instante, perdería su cauce habitual.
Pasado el susto y, mientras en singles la maga se desvanecía sin un rumbo muy claro, el paso a cuartos de final de la dupla del momento no pasó mayores apuros. K. Maleeva/B. Herr quedaban atrás por un contundente 6-3, 6-3.
Los cuartos de final marcaban que la alemana E. Plaff y, otra australiana, E. Smylie, especialistas en dobles, las esperaban para dirimir un lugar en las semifinales, en un torneo donde las máximas favoritas (Navratilova/Shriver) ya habían quedado eliminadas a mano de las soviéticas Savchenko/Zvereva. El camino se despejaba para las segundas cabezas de serie, aunque el camino hacia aquella final no dejaría de tener sus sobresaltos. Como se citaba líneas arriba, en cuartos de final, Graf/Sabatini a punto estuvieron de empacar sus cosas, la dupla germano/australiana no se las hizo fácil y con lo justo la maga y la reina alcanzaron un 7-6, 5-7, 8-6 que las depositó en las semifinales frente a Evert/Turnbull (finalistas en Australia aquel año).
Mientras Graf iba rumbo a su primer título en Wimbledon en singles, no quería ser menos en dobles, aunque su choque con Martina Navratilova la tenía muy focalizada. Por ello, Gabriela debió ponerse a su compañera “al hombro” y resolvió mucho de lo que su compañera debió haber hecho. Así fue que el paso a la final fue con un muy buen triunfo por 6-3, 6-4. Ambas jugaron, según las crónicas de la época, su mejor partido del torneo. Esto llevó a Gaby decir: “Estoy muy contenta, aunque sea en dobles. Siempre es importante llegar a una final en Wimbledon. Ayer me solté y jugamos muy bien. Sé que las soviéticas son excelentes jugadoras, pero igual me tengo fe.”
En los pasillos del All England, rodeadas de custodia y fans. |
Nuevamente un/a argentino/a alcanzaba la final en alguna categoría en el mítico torneo británico. Morea y Raquel Giscafre se habían quedado en las puertas. (Morea en mixtos y Giscafre en juveniles) ¿Podría la maga saltar aquel umbral?
Preparando aquella final, su compañera de dobles, alcanzaba el título en individuales femeninos, destronando a Navratilova y quedando a las puertas del Grand Slam (conquistar los 4 torneos grandes en una misma temporada). Graf, lejos de relajarse ante semejante hazaña, volvió a unir fuerzas con su compañera para ir por el título que a esa dupla le estaba faltando. (Hasta ese entonces habían estado dos veces en la final de Roland Garros y en varias semis en el Us Open).
Aquel domingo de la final, el partido demoró en comenzar debido a las clásicas lluvias londinenses (¿llorarían porque la magia dejaría de desplegarse en aquellos lares hasta el próximo año?) apenas llegaron a jugarse unos games cuando el partido fue suspendido definitivamente hasta el día siguiente. Aquel mítico título vaya que se hizo esperar…
Paradojas del destino, o no, su partido fue programado en una cancha secundaria, ya que la final de singles masculina debía también jugarse y tenía destinada, lógicamente, la cancha central. Steffi y Gaby alcanzarían el trofeo inglés con la particularidad de no haber jugado nunca en la cancha central en todo el torneo.
A esta altura lector/a, quizás, lo abrumen los sinfín de datos de un 1988 que se troquela en un viejo y desgatado almanaque amarillento que reza “almacén Don Miguel” y en donde una bic azul denuncia que el lunes 4 de julio una maga se coronaría por primera vez en el campeonato de tenis más importante del mundo.
Así, en un lunes gris en Londres, y también en Buenos Aires, Gabriela, la maga, el duende mágico, como quiera llamarla lector/a le entregaría a la Argentina un premio sin igual. Y el Támesis no quiso quedar ajeno a ello. Las ex soviéticas aún se deben estar preguntando cómo se les escapó una ocasión inédita para su país. A un solo punto estuvieron de quedarse con esa particular copa destinada a las campeonas de los dobles femeninos (esa que la negra Paola Suárez tan cerca estuvo de atesorar también). Gabriela y Steffi salvaron un par de match points en contra para casi abrazarse en ese 6-3, 1-6, 12-10 para el infarto. La devolución de Zvereva se perdió más allá de las líneas y en un instante el Támesis, con su rivera tan singular, junto al Camden, Abbey Road, el teatro de Shakespeare y los “british” entretejieron esa melodía que solo se la dedican a los elegidos.
Gabriela se había coronado en el torneo más importante de tenis del mundo y sin embargo, los duendes no dejarían de hacer de las suyas…
Al haberse pospuesto el match para el día siguiente y sumado a ello la extensión del partido, Gabriela quedó muy justa para poder abordar el vuelo que la traería de vuelta a Buenos Aires. Tal fue su apremio, que una vez concluida la ceremonia de premiación, debió salir a las apuradas para no perder su vuelo y en ese trajín “olvidó” algo…pero mejor hagamos hablar a la protagonista a través del tiempo: “…te cuento algo gracioso: me fui tan apurada de Londres que ni siquiera tuve tiempo de llevarme el trofeo que me correspondía por el título que gané con Steffi. Espero que, si no me lo mandan, al menos me lo guarden…”
No sabemos si pudo recuperarlo, sí sabemos, en cambio, que los peatones que deambulaban al principio de este relato tuvieron mucho de qué hablar, y con causa, en su tradicional five o´clock tea…
- Fotos: Diego García Cernuda/Getty Images.
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