Noviembre de 1996. Se disputaba la final del por entonces Masters Femenino (Chase Championship) en el Madison Square Garden de Nueva York. Lo transmitía TyC sports. De un lado de la red, se encontraba la consagrada multicampeona Steffi Graf, del otro, la joven estrella suiza Martina Hingis (¡de tan sólo 16 años!). El partido fue un thriller. Terminó 6-0 en el quinto set a favor de la alemana (en esa época era el único partido del año que las damas jugaban al mejor de cinco), con Hingis acalambrada y el público maravillado por el enorme espectáculo que acababan de presenciar.
Esa fue mi primer vivencia emocionante ligada al tenis de mujeres y el comienzo de más de una década de pasión por el mismo. A partir de ese match, recuerdo, comencé a informarme acerca del estado del tenis femenino en mi país. Sabía, lógicamente, del reciente retiro de la gran Gabriela Sabatini, pero no conocía mucho más. Un diario de Martes -por entonces no disponía de internet- me informaba que contábamos con una tenista, Florencia Labat, ubicada dentro de las mejores 45 jugadoras de tenis del mundo. A diferencia del pensamiento de muchos, ese ránking me pareció inmensamente valorable.
Desde aquel momento comencé a explorar -literalmente- la frondosa colección de revistas "El Gráfico" que había en mi casa. Quedé maravillado con todos los logros de Sabatini, y sorprendido también por los grandes resultados de otras representantes argentinas (por ejemplo, por el hecho que Inés Gorrochategui haya sido 19ª del mundo en 1994 o que la propia Labat hubiera alcanzado el Nº 1 del ránking juvenil). Los nombres y las fotografías -que coleccionaba como piezas arqueológicas- comenzaron a aparecer simultáneamente: Mercedes Paz, Patricia Tarabini, Bettina Fulco, Mariana Pérez Roldán, María José Gaidano, etcétera, etcétera. Luego se sumaron Paola Suárez, Mariana Díaz Oliva, Clarisa Fernández y muchas otras más.
Pude ver jugar a todas ellas personalmente -no tuve el lujo únicamente con Fulco, Gaidano y Pérez Roldán- en diferentes instancias de la Copa Federación disputadas en nuestro país, en algún challenger que se jugó en el Buenos Aires Lawn Tennis y también en distintas exhibiciones (como la recordada Sabatini-Kournikova del 2000). Experiencias inolvidables.
Algo en mi historia, que desconozco, me hizo preferir el tenis femenino (especialmente cuando hay presencia argentina), que el masculino.
Este blog entonces cumple mi deseo de darle más difusión a este sector del tenis a veces ignorado y otras veces desvalorizado -incluso por la prensa- y, sobre todo, de escribir acerca de aquello que tanto amo y disfruto.
Gabriel
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